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México 2010: decisiones para cambiar el futuro

 

Palabras de Angel Gurría, Secretario General de la OCDE - Conferencia Inaugural del Coloquio “Encuentro en México 2010: Construyendo Futuros”

19 de Octubre de 2010, México DF, México

Señor Narro Robles, Dr. López Castañares, Señor Millán, Señor Azcárraga Jean,
Señoras y Señores:

Antes que nada quiero felicitar y agradecer a nuestros co-organizadores —la UNAM, ANUIES, Espacio de Vinculación y la World Future Society—, por haber estructurado un programa de conferencias y mesas redondas de primer nivel para este Foro “Encuentros por México: Construyendo Futuros”.

Para la OCDE, es un gran placer poder participar en esta celebración del Bicentenario de la Independencia de México. Reconocemos que esta es una ocasión histórica para repensar el futuro del país y sentar las bases de una nueva era de progreso; apoyándonos, por supuesto, en todo lo que se ha hecho bien, que no es poco.

Hubo un tiempo en el que podíamos hablar del “milagro mexicano”. Un tiempo en el que el país creció a una tasa promedio cercana a un 6% durante cerca de 20 años. Los ingredientes estaban ahí: inversión productiva, desarrollo de recursos humanos, estabilidad macroeconómica, desarrollo tecnológico de vanguardia, construcción institucional. No fue hace mucho tiempo.

Unas décadas antes, los mexicanos que soñaban con un México mejor, más exitoso y más incluyente, después de la lucha de revolución, sumaron esfuerzos e imaginación para sentar las bases del progreso con una visión de futuro. Las bases que permitieron esas dos décadas de crecimiento sostenido.

Se establecieron sistemas de educación nacional, de salud, de vivienda; la inversión en infraestructura se multiplicó; se generó inclusive un movimiento de “renovación existencial” que nos dio grandes pensadores, pintores y músicos que abrazaron la idea compartida de un México exitoso, moderno, de punta.

No debeos olvidar esos momentos. Especialmente el día de hoy, cuando la tremenda crisis de 2008-09 nos está brindando una vez más una oportunidad para revisar nuestros modelos de desarrollo, para construir un México mejor; un México capaz de cumplir las expectativas y sueños de su población, de sus jóvenes.

México tiene grandes fortalezas.

Nuestro país tiene una de las economías más abiertas del mundo; una de las poblaciones más jóvenes y trabajadoras; una riqueza natural, cultural y turística admirable; una posición geo-económica estratégica; y una administración macroeconómica sólida, confiable, reconocida mundialmente.

Es tiempo de avanzar y tomar las decisiones necesarias para sacar el mejor provecho de estas ventajas comparativas.

1. A México le urge mejorar su capital humano. Nuestro sistema actual produce estudiantes en desventaja. A pesar de ser uno de los países de la OCDE que más invierte en educación con respecto al PIB, los alumnos mexicanos tienen un nivel de conocimientos sensiblemente bajo en comparación con los países de la OCDE y varias economías emergentes.

En el último examen del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA 2006), los estudiantes mexicanos volvieron a quedar en el último lugar de la OCDE. Solamente el 3% de los estudiantes mexicanos alcanzó los grados más altos de competencia, en comparación con un promedio de la OCDE de 9%.

A México le hace falta una “revolución educativa” de grandes magnitudes. La OCDE está trabajando intensamente con el Gobierno de México para impulsar esos cambios en este sector crucial.

2. A México le urge mejorar las condiciones para el florecimiento de la actividad económica.

Nos urge actualizar nuestro marco laboral. El que tenemos ya es obsoleto, nos resta competitividad y nos impide generar inversiones, crecimiento y empleos de calidad. Necesitamos un nuevo marco más eficiente, y sobre todo más incluyente. Cerca de la mitad de los jóvenes mexicanos entre 15 y 19 años ni estudia ni trabaja.  Mientras que tan sólo el 43% de las mujeres en edad de trabajar está en la fuerza laboral. 

Somos el país de la OCDE con la población que dedica más tiempo al trabajo, junto con Japón;  pero tenemos el nivel de productividad laboral más bajo de la OCDE. Al medir la eficiencia de nuestro mercado laboral estamos en el lugar 120 de 139 países evaluados.  No podemos competir ni pasar a la economía del conocimiento con una ley laboral diseñada en los sesentas. Nos urge una reforma laboral de amplio alcance.

Pero para incrementar la productividad y la competitividad necesitamos también mejorar los niveles de competencia de nuestra economía. La falta de competencia efectiva en sectores estratégicos como el de las telecomunicaciones, los transportes o la energía, no sólo desincentiva las inversiones, también se traduce en un impuesto invisible para el consumidor.

El 30% del gasto familiar de México se lleva a cabo en mercados con problemas de competencia. En estos mercados los consumidores gastan un 40% más de lo que gastarían en mercados competidos. La competencia tiene que aumentar.

La Comisión Federal de Competencia ha jugado un papel cada vez más importante, pero tiene poderes insuficientes para la aplicación de leyes y disposiciones. La reciente iniciativa de reforma a la Ley de Competencia puede hacer una contribución decisiva para reducir las prácticas monopólicas a incrementar así la productividad y la competitividad.

La baja competencia también se traduce en un bajo nivel de innovación y esto le hace mucho daño al país. El gasto en Investigación y Desarrollo (I&D) como porcentaje del PIB en México se ha mantenido por debajo del 0.5%, en contraste con un promedio superior al 2% en la OCDE y cercano al 1.5% en China. 

Perder competitividad en actividades basadas en el conocimiento puede convertirse en un proceso cada vez más difícil de revertir.

3. Y tenemos que mejorar las capacidades del sector público.

Para ello es imperativo que realicemos cambios de fondo para mejorar nuestro sistema fiscal. Tal como está planteado hoy en día, este sistema es débil e ineficiente. México sigue teniendo una de las recaudaciones fiscales más bajas de los países de la OCDE.

El petróleo sigue proveyendo 30-40% de los ingresos fiscales. Esto es sumamente preocupante. No sólo porque PEMEX es una de las petroleras menos productivas en el mundo, sino porque se nos está acabando el petróleo. Nos quedan cerca de 11 años de reservas, según PEMEX, y un riesgo creciente en la exploración profunda.

Y lo más grave quizá es que nuestros escasos recursos fiscales no están incidiendo en la reducción de las disparidades como en otros países. A México le urge una reforma fiscal de fondo.

Pero mejorar la capacidad del estado mexicano va mucho más allá de contar con un sistema fiscal de primera calidad. También tenemos que mejorar la capacidad institucional, la calidad y la gobernabilidad de los servicios públicos en todos los niveles de gobierno. Y todo esto requiere de mejores sistemas legales, que brinden seguridad no sólo a los inversionistas, sino a la gente en la calle, a los niños en las escuelas, a los turistas, a los migrantes.

Si México no toma decisiones para mejorar en estos campos seguiremos varados. Y no moverse en estas épocas de mutación constante es retroceder.

La potencia económica de países de nuestra “división” como Brasil nos ha dejado muy atrás. Hace apenas seis años, el PIB de México era superior al de Brasil; sin embargo, para 2010 el PIB de Brasil va a duplicar el PIB de México al superar los 2 billones de dólares. Y Brasil no es el único país que nos está dejando atrás.

En competitividad, ya nos rebasaron Chile, Corea, Panamá, Sri Lanka, Vietnam; por mencionar algunos ejemplos. En productividad laboral, Israel, Polonia, República Checa, Eslovenia están mejorando más rápido que nosotros. En investigación y desarrollo, Brasil, China, India, Irlanda, Sudáfrica, Turquía nos están dejando atrás.  Todo esto significa menos empleos para México.

El “estancamiento estabilizador” nos está haciendo daño. La estabilidad macroeconómica es sólo el piso. No podemos quedarnos ahí. Más de lo mismo ya no es suficiente en un mundo que cambia aceleradamente. No debemos acostumbrarnos a la mediocridad de la media tabla.

Llegó la hora de poner a México al día. Debemos “empujar el horizonte”, como nos propone en un artículo reciente Angeles Mastretta. México requiere de un esfuerzo extraordinario. Otros países lo están haciendo, tomando medidas de profundo alcance. No podemos quedarnos desfasados en esta “cuarta ola” de cambio global, como la llamaría Alvin Toffler.

No podemos pretender que no pasa nada. El futuro de nuestros jóvenes está en riesgo. El mundo se está reinventando. Requerimos un proyecto conjunto del papel que queremos que México juegue en ese nuevo mapa. Por eso estamos aquí.

Tenemos que demostrar que México puede madurar. Que se puede poner de acuerdo consigo mismo. Que la democracia es herramienta y no obstáculo para el progreso. Que nuestro Congreso cuenta con legisladores con una visión que trasciende la corta perspectiva electoral. Que nuestros empresarios pueden competir con los mejores. México ha dado saltos quánticos de progreso en tiempos no muy lejanos.

Señoras y Señores:

Quiero cerrar con una reflexión final. Ayer en una entrevista en televisión me preguntaban cómo vemos a México desde Paris. Yo les dije, que en el contexto de la crisis, es sorprendente que Mexico tuviera un déficit fiscal menor al 3% del PIB, en el marco de una serie de situaciones de alto déficit en todos lados,  y que en lugar de 200% del PIB de deuda pública tenga menos del 50, que el sistema financiero siga funcionando.

Que en lugar de tener deflación o inflación tenemos un sistema de precios estable; que no se haya disparado el desempleo; que el crecimiento del 2010 será del 5%, en un contexto en el cual la perspectiva de mediano plazo es un crecimiento económico mediocre. En ese contexto destaca Mexico.

¿Donde están los retos? Ya los hemos mencionado en las diferentes áreas de política. En síntesis, mejor educación y más y mejores del empleos.

Llegó el momento de cambiar el futuro. En los próximos cien años podemos convertir a México en un país desarrollado, podemos eliminar la pobreza, podemos tomar el liderazgo de una globalización más fuerte, más limpia y más justa. Depende de nosotros; de las decisiones de esta generación de gobernantes, de congresistas, de empresarios y líderes sindicales. Miremos lejos. Empujemos el horizonte. México tiene futuro. Y la OCDE quiere ayudarles a construirlo.   

Muchas gracias.